martes, 30 de noviembre de 2010

Udaipur





Se nota que en esta ciudad hay más turismo. Pronto se preparaban los que deben sus ingresos diarios a los visitantes. Los camellos  aguardaban ya desayunados, el conductor de rickshaws dejaba limpio su vehículo, el fotógrafo ocupaba su sitio cerca del parque,...






... el vigilante de las Cúpulas abría las puertas y hasta el carrusel iniciaba las primeras vueltas alegrando la mañana a su primer pasajero.


Pero lo que a nosotros hoy nos sorprendió nada más levantarnos fue un empleado del hotel  enseñándonos un periódico del día.
-“Your friend”. Señalaba.
Efectivamente, en la contraportada publicaba una fotografía en la que Ramón aparecía fotografiando a unas vendedoras.
Durante todo el día y desde las cuatro esquinas se han oído explosiones de cohetes, campanas y canticos de las distintas creencias y diferentes templos.













La sonrisa de la mendiga









Ocurrió en Udaipur, una ciudad rodeada por el lago Pichola y las islas Jadniwas y Jagmandir con sendos palacios de majarajas, y con un enorme palacio y multitud de templos, donde cada noche parece una fiesta por los fuegos artificiales que estallan en sus ritos.
Habíamos  recorrido la orilla observando cómo se aseaban y lavaban la ropa y callejeado después hacia la parte alta de la ciudad. Fue al lado de un templo donde los ricos llevan comida para los que no tienen y cumplir el precepto de ayudar al necesitado. Una fila de mendigos comía en el suelo. Niños y mayores  parecían ejecutar un ritual. No quería interferir en ese momento y no hacer fotos, como hasta ahora, de la gente que vive en la miseria pero, de pronto sin saber por que, enfoqué a una mendiga y ella al verme se detuvo posando y me sonrió. Disparé la foto, la devolví la sonrisa –namasté- y ella siguió comiendo ya sin la sonrisa. Es posible que fuera la única vez que sonrió en todo el día.












lunes, 29 de noviembre de 2010

Motisar





Motisar es una aldea cerca del desierto por donde pululan las cabras y donde sus humildes habitantes se dedican a la agricultura. Al poco tiempo de parar nuestro coche, deambulaba solo por sus polvorientas callejas interesado en conocer los ambientes rurales sin sospechar que iba a vivir una excepcional demostración de hospitalidad. 
Afuera de una casa dos enormes altavoces emitían una rítmica melodía que servía para que varias mujeres y un hombre bailaran.  En unos instantes me habían cogido de la mano, llevado junto a los danzantes y “obligado” a imitarles, claro que, dada mi torpeza con la danza, sin más intención por mi parte que la de no ser descortés.


Aún celebraban una boda, pese a que los cónyuges ya no estaban y sin preguntas de ningún tipo se empeñaban en hacerme partícipe.























Dos mujeres se afanaban en preparar la masa de chapatis en cuclillas. Cerca, un hombre, quizá el anfitrión, freía en una gran sartén sobre una fogata las tortitas, invitándome a comer. Lo más cortésmente que supe decliné la invitación. Dos mujeres mayores escogían perejil preparándolo para la venta. Tres niñas me pidieron una foto de su mejor sonrisa.

Para no tener que incorporarme al baile, me interesé por los llamativos tatuajes de hena que una mujer le hacía a un niño.


A punto de irme con la disculpa de que mis amigos me estarían buscando, rechacé amablemente un té. Fue entonces cuando, para mi sorpresa, la anfitriona, ya que no podía quedarme, me puso dinero en la mano para que lo celebrara por ahí con mis amigos.
Aquel detalle de hospitalidad en lugar tan humilde me estuvo rondando por la cabeza el resto del día durante los baños rituales en el lago de Ajmer o la visita al templo Hamista y me temo que un poco de Motisar, de alguna manera, se quedará ya conmigo.

¡Ojalá éste Blog pudiera hacer compartir algo del trato recibido en aquella casa!










domingo, 28 de noviembre de 2010

Las bodas en Pushkar



Ha sido sábado de bodas para nosotros en Pushkar que ya nos habia agradado desde que llagamos, “nos había dado buen rollito” como decía Ramón.
Por la mañana, iniciamos los festejos de boda con una novia. Orquesta de músicos, bailes y comitiva familiar al templo. 


Por la tarde, nos encontramos con los protocolos de otra boda. En cuanto notaron nuestra presencia a la entrada del patio nos invitaron a pasar. En éste caso era la casa de un novio que recibía regalos y bendiciones. La habitación conyugal ya estaba preparada con todo lujo de detalles.
Al caer la noche, ambos novios montados a caballo, acompañados de una nutrida comitiva de familiares, desfilaron por las calles con orquesta y un grupo electrógeno que iluminaban media docena de enormes lámparas que estoicamente transportaban otros tantos porteadores. Mientras bailaban y degustaban algún convite, llenaban la ciudad y el lago de sonidos de fiesta.


Sólo eran los prolegómenos, los novios llegarían a casa de sus respectivas novias bien entrada la noche y, con una larga ceremonia de unas cuatro horas, se celebraría la boda según el rito hidú. Esposa y esposo partirían después ya juntos a la casa del novio a consumar su matrimonio.