domingo, 27 de febrero de 2011

De Ballota a Calderón

Donde descansan rumiando las vacas entre la ensenada Cabrera y el mar Cantábrico, a tiro de piedra de Tagle, comienza un recorrido donde disfrutar de los parajes costeros, de la brisa o el fuerte viento del noroeste, las bruma o el olor a salitre. Desde Punta Ballota, en dirección a poniente, con los Picos de Europa en el horizonte, por praderías encaramadas sobre los acantilados, continúa una senda hasta encontrarse por sorpresa con el arenal,  el Sable,  en el estío rincón lleno de bañistas y en invierno tranquilo escenario para amantes y paseantes.




Se encarama la senda por los cantiles de San Telmo, en pos de los retos del viejo torreón otrora atento vigilante de navíos y galernas, allá en lo alto. Dos muros, rígidos equilibristas, quedan de su altiva figura encaramada, inalcanzable para olas y sacudida de todos los vientos. Aún mantiene una ventana  para mirar al ocaso y ver la costa que entre brumas se difumina por las Asturias; y otra al norte, para que se pierda la mirada en el horizonte del mar. A sus pies, otro arenal, playa en marea baja, hermoso rincón pedregoso con la alta. Santa Justa de nombre. Sobre el mar, bajo los pies del torreón, un capricho de las rocas que  arquearon sus estratos para formar un arco y así, a refugio de vientos y embates de la mar salada, erigieran los cristianos una ermita a la Santa.


Por Ubiarco y costeando, por donde crecen los maizales, las praderas o pastan los caballos, enfila el camino rumbo a la ensenada Calderón. Algún bufón se oye en el recorrido cuando el noroeste sopla y la mar sacude con fuerza la costa. Óxidos los colores de la tierra, verdes los prados, grises el mar y el cielo amenazante. Desde lo alto del cantil observamos el pequeño puerto que la virulencia de las tormentas se empeña en destruir. Un cataclismo de rocas corta el paso costero y obligan al retorno o al rodeo por El Arroyo a Oreña por donde reciben curiosas unas búfalas sustitutas de las pintas tradicionales.







martes, 22 de febrero de 2011

De aquí y allá

El negro es la ausencia de luz. Es inexistencia, oscuridad, vacío. La luz es el color, es la forma, es la textura,… Las cosas, los objetos, los cuerpos son reflejos de luz. Reflejo de su forma, de su color, de su textura,... Cada imagen es un instante, un relámpago de luz, un clic de la cámara, un reflejo capturado. Son cachos del paisaje, del entorno, del momento, cachos de lo que vemos, reflejos que nos cautivan, que extraemos, que apresamos y guardamos.
Imágenes sustraídas aquí y allá. De pedestales y catedrales. En la calle, en el agua, en el aire. Robadas de las tuberías, de estanterías, de muros y escaparates. Tesoros apresados y enmarcados  al pasar, al ver, al mirar. Atrapados al vivir, al viajar, al caminar. Marcos colgados en nuestras vidas, expuestos desde ayer, por placer, para ser vistos y ver. Ese es su fin. Cada imagen que mi cámara fija… ¿para qué sino para ser vista?










 








domingo, 20 de febrero de 2011

Love is nice

En India, como en la España de los setenta, no está bien visto que los novios manifiesten su amor en público. Es más, solo las nuevas generaciones, con una mentalidad más culturalmente occidental, se atreven a llevar su relación a solas, en lugares públicos y, por supuesto, con recatada actitud. Que unos novios se agarren de la mano no es posible y menos aún obsequiarse un arrumaco. Solo excepcionalmente puedes encontrarte con alguna pareja viviendo intensamente su amor mediante un comedido beso, eso sí discretamente al fondo de un café o en un disimulado recodo de una calle. Actitud, a todas luces, impensable para las generaciones anteriores y especialmente escandalosa para la de sus abuelas.
Fue en Ajmer donde dos jóvenes que caminaban cogidos de la mano me llamaron especialmente la atención por el cariño que se trasmitían. Sin duda daban la impresión de un amor intenso. Cuando enfoqué mi cámara se soltaron las manos y me dieron a entender que no les fotografiara. Yo les hice entender que porqué no si “love is nice”. Me aclararon que su amor era de hermanos. “Brother, friend,…” -gesticulé indiferencia- “love is nice”. Entonces sonrieron, se pegaron el uno al otro y posaron. Así les fotografié, les devolví agradecido la sonrisa y continuaron de la mano su camino.

viernes, 18 de febrero de 2011

Serena belleza



































Se había “traspapelado”. Ayer, revisando nuevamente las fotos que realicé en el tren durante el trayecto de Agra a Varanasi, la vi. Me detuve a contemplarla. Me gustó. Se me habían pasado esos ojos, esa expresión, la belleza serena que trasmite su rostro.  Vi cómo la belleza no surge siempre de unas maravillosas facciones, de unos espectaculares rasgos, sino que también la trasmite un alma serena, una vida vivida plenamente, la falta de rencor,… Y recordé cuando fotografié a esta mujer. Eran tres, viajaban en otro vagón, contemplaban pasar el paisaje por la ventanilla y al acercarme enfocando con mi cámara hicieron comentarios entre ellas y soltaron algunas risitas. Nuevamente noté la aceptación de dejarse fotografiar que tanto nos ha agradado en India, así que, más descaradamente si cabe, me concentré en foco y diafragma y entonces ella dejó de bromear y posó para mí. Lo que no me di cuenta entonces es que su expresión fue tan natural. No me di cuenta lo que sus ojos le contaban a la cámara, ni que yo conseguí que mi foto lo trasmitiera.

domingo, 13 de febrero de 2011

No se lo come el lobo

 El anticiclón de los últimos días, además de ríos de tinta sobre la contaminación de las grandes ciudades, ha traído temperaturas nada habituales por éstas fechas y deshielo  de la poca nieve que blanqueaba las cumbres. Algunos árboles, confundidos por lo agradable de las temperaturas, querían ya echar los nuevos brotes primaverales y empezábamos a tener la sensación de que el invierno ya había pasado. Parecía también que, aunque el frío y las nevadas habían empezado intensas y tempranas allá por noviembre, había resultado un invierno suave, demasiado suave.
Los cielos despejados producen grandes descensos de la temperatura, especialmente en las zonas altas, y, aunque escaseara la nieve, los que han andado por las montañas han podido disfrutar de bellos rincones y disfrutar de la cara invernal de la naturaleza, como reflejan éstas imágenes tomadas en las laderas de Peña Sagra.


Pero dicen las gentes de los pueblos de montaña que “el invierno no se lo come el lobo” así que, pasado el anticiclón y ya cerca de las fechas de primavera, vuelve el mal tiempo y volverá a nevar en los altos y volverá a llover en los valles y nos volverán a inspirar los carámbanos de los aleros, las gotas de lluvia, los reflejos en los charcos y los impermeables de colores.

martes, 8 de febrero de 2011

Perdí la fe

Hace mucho que no tengo ídolos. Hace mucho que descubrí que muchas biografías, igual que la luna, tienen cara oculta. Pero yo no soy diferente a los demás, a estas alturas de la vida, los que más o los que menos ya nos hemos desengañado de muchos y de muchas cosas. Lástima que aún haya quienes, obsesionados con abrir a la verdad los ojos de los demás, se empeñen reiteradamente en llamar la atención de nuevo  sobre ciertos iconos y mantengan vivas “leyendas urbanas”, personajes de dudoso valor histórico, ídolos que incluso el mercantilismo descabalgó del pedestal y convirtió en productos de consumo y, paradoja, los consumieron embobados los de ideologías contrarias.

Yo perdí hace mucho la fe en los mesías, en los salva patrias de una u otra calaña, especialmente aquellos que aparecen en épocas de río revuelto, los que venden formulas milagrosas y los que osan afirmar que lo hacen por los que menos tienen, por los currantes, por los peor posicionados en ésta sociedad materialista, del pelotazo, de economía sumergida, de dinero B, de “coge el dinero y corre”.
No soporto a los que en épocas de miedos, generan más miedo, los que lo utilizan para obtener prestigio, para aumentar popularidad y subir escalones en la pirámide de sus ambiciones, cúspide desde donde salvarnos a todos. Los visionarios que “a toro pasao” nos dicen con descaro “ya lo decía yo”. Los que no aportan la fórmula correcta cuando niegan la de los demás. Los que no se preocupan por la calidad de lo que como o por mi salud a no ser que la pierda y entonces utilizarme para poner en cuestión la gestión de algún adversario. A los que les importa mi mejor formación y mayor información si no es para discrepar y razonar en su contra.  
No quiero salvadores que me indiquen la buena senda, permítanme que la busque yo.

domingo, 6 de febrero de 2011

Volví a nacer

6 de febrero. Entre las 8 y las 9 de la mañana. Un instante. Hielo y nieve. Un resbalón en el abismo. Sin posibilidad de asirme al mundo. Caigo. Vuelo. La vida y la muerte entrecruzan su camino, me rodean e intentan llevarme con ellas. Un segundo, quizá más, sigo cayendo, imposible detenerse antes de las rocas del valle. Choco. Salgo por los aires. Vuelvo a caer. Deslizo por la nieve. Me pongo de pie. Un indescriptible y profundo dolor me invade desde la pierna y vuelvo a caer. Pienso, luego vivo. Me cuesta respirar porque siento que algo se clava en mi pecho…
Después de tantos años, conservo muy claros aquellos instantes que ocurrieron tan rápido y que tardé varios días, ya en el hospital, en recordarlos en orden. Durante bastantes años celebré mi cumpleaños en esa fecha ya que aquel soleado día de febrero “volví a nacer”, quizá porque en ese año, 1977, tenía destinado vivir, pese a ser entonces adolescente, otros trágicos acontecimientos que me pondrían a prueba y condicionarían en adelante mi forma de ver la vida.
No he olvidado tampoco, y puedo ver sus rostros esforzados y sudorosos, a los compañeros que me sacaron de allí. Y aunque algunos ya se fueron, incluso, paradojas de la vida, en accidentes en la montaña mientras se ganaban el sueldo mensual, y otros continuaron con los años rumbos distintos y tal vez nunca lean estas líneas, siempre estarán en mi recuerdo. Con otros tuve la suerte de vivir posteriores experiencias que nos enriquecieron y nos ayudaron a madurar, a valorar más la vida, las pequeñas cosas y las personas. Artífices todos de un excelente rescate. La cómoda camilla que confeccionaron con cuerdas y piolets, lo bien que inmovilizaron mis fracturas,  lo confortable que hicieron mi evacuación por las empinadas y agrestes laderas, la coordinación y el derroche de energía para hacerlo en tan breve espacio de tiempo, solo fue posible por la categoría humana de todos y cada uno de ellos.   
Hoy, tanto tiempo después, y en mi blog no podía dejar sin recordar a mis compañeros y así manifestarles mi gratitud. Ellos ya saben a quienes me dirijo.

El casco que me salvó la vida, con los impactos ocasionados por las rocas, y el gorro de lana que llevaba debajo.

Ya en el hospital, pasado el susto, el buen humor de mis rescatadores animó mi recuperación recreándome en miniatura para la posteridad

Las cajas del desván

Rebuscar en el desván, además de mancharte de polvo, suele traerte a la memoria viejos tiempos y recuerdos más o menos lejanos. Al abrir alguna caja medio oculta en el rincón aparecen objetos que fueron retirados de uso por avería, porque fueron sustituidos por otros similares pero con más prestaciones o, simplemente, porque ya no sirven. También hay cajas que permanecen a mano desde tiempo indeterminado, sin que se llegaran a cerrar del todo a la espera de continuar usando su contenido y que, sin saber exactamente cuándo, todo caducó arrollado por las nuevas tecnologías.
Hoy he reabierto una de esas cajas y lo que contenía (chasis para confeccionar carretes, papel fotográfico, líquidos de revelado y “virados sepia”, marquitos de diapositivas,…) nada era útil ya porque la era digital lo había convertido en obsoleto, sin utilidad ninguna. O… ¿quizá sí?...

Para los que no han cumplido aún la veintena, muchos de estos objetos son auténticos desconocidos y resulta demasiado complejo tantas cosas y técnicas para hacer una imagen, para pasar una simple fotografía a papel. Demasiado cachivache para hacer fotos y eso que todavía no he montado la ampliadora que permanece oculta en la caja de al lado. 
Pero quizá sí, quizá si vuelvan a tener utilidad. Quizá pasen a formar parte del museo, de mi museo particular. Buscaré un hueco en el estante de la vitrina junto a las cámaras fotográficas, esas retiradas porque usaban carrete.