viernes, 15 de julio de 2011

Breves encuentros

Pescadito fresco
Tenía frío al salir del agua pese al calor que nos agobiaba a nosotros. Estaba contento. En un par de horas había conseguido buenas capturas. “La mitad para comerlos nosotros, los pequeños; la otra mitad para vender”.

Es un pescador del lago Petén Itzá, de Santa Elena. Pesca cerca de la orilla con unas viejas gafas de buceo y un arpón que se ha fabricado él mismo con unos listones de madera, unos elásticos y una varilla de paraguas. Así se gana la vida.

El sistema solar
Su cara sonriente delataba su satisfacción. El maestro había puntuado alto su trabajo sobre el sistema solar. Su esfuerzo había sido recompensado. Otros compañeros suyos de esa escuela de Antigua habían realizado unas maquetas de volcán que se nos antojaban, por su perfección, con excesiva colaboración paterna. El suyo, con tal colorido y desproporción de tamaños, denotaba originalidad y dedicación. Merecía una foto.




Los barqueros de San Miguel
Cada mañana aguardan en sus barcas que algún vecino se traslade de San Miguel a Flores (capital de la municipalidad) o viceversa. Preparados también por si algún turista quiere dar un paseo por el lago. Lamentan la inseguridad de la capital -“aquí se vive tranquilo”- que da mala fama al país y no vienen más turistas. Mientras, aguardan clientela sentados a la sombra y sin poder confirmarnos  si ésta tarde también lloverá.




Tejedora
La encontramos en un mercado de artesanía y pese a la escasa iluminación del lugar, se afanaba, como cada día, con el telar, el ancestral telar de cintura, el mismo modelo que sorprendió a los conquistadores  algo más de 500 años antes. “Soy de San Pedro, a ocho kilómetros de aquí, Antigua, y todos los días vengo a tejer y a vender las telas”.


Ahora, su habilidad la ocupa un florido tuipil, la blusa que lucen las mujeres indígenas, para lo que tendrá que tejer dos paños. Más de dos meses de trabajo.

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