viernes, 30 de septiembre de 2011

Los dioses deben estar locos

La cornisa cantábrica, territorio que se extiende entre el mar y la cordillera que le da nombre, es una región de clima suave y húmedo, donde las nubes que llegan del mar quedan retenidas por las montañas y descargan la lluvia. En consecuencia no alcanza temperaturas extremas, tanto en verano como en invierno, abundan los días nublados y el paisaje es verde. Por su latitud, las estaciones están bien diferenciadas y, pese a la profusión de nubes, el verano suele ser época soleada y de calor.
Pero durante los pasados julio y agosto,  Helios, Inti, Ra,… no sé, secuestraron el verano y se ocultaron cada jornada. Día tras días su espera fue infructuosa, llovió intensamente demasiados días hasta el punto que la temperatura bajó y el ambiente refrescó, como en primavera. Ni lo más viejos recordaban un verano tan húmedo y nublado.
Llegó septiembre y verdaderamente se confirmó que los dioses estaban locos porque las nubes desaparecieron del cielo y empezó a hacer calor. Cada día más calor. Para que los más viejos también no recordaran tantos días de sol. Para completar la locura Eolo, que en América tengo entendido que lo llaman Quetzalcóalt, y que no aparece en exceso por estos lares, ha decidido soplar desde el sur para dar más calor y subir los grados hasta sofocar a los humanos.

Playa de La Magdalena en la bahía de Santander




 


Sur de la Bahía de Santander, zona de marisqueo




Además, la luna nueva ha producido unas grandes mareas. En pleamar parecía que el mar se desbordaría y en bajamar parecía que, de un momento a otro, se verían en seco sobre el fondo hasta los submarinistas. Al menos, aunque faenando hayan pasado demasiado calor, los mariscadores han podido rebuscar en más extensión. Y aunque ya no es el típico mes vacacional la gente ha vuelto a la playa. Definitivamente los dioses deben estar locos.

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