domingo, 27 de noviembre de 2011

Tras los pasos de Carolo

Fue allá por el siglo IX cuando gentes de Malacoria emigraron a iniciar nuevas vidas en los territorios despoblados al norte del Duero. Se asentaron fuera de las montañas cantábricas cuando los cristianos peleaban por recuperar territorio a los árabes. Marcharon ascendiendo el curso de su río, el Saja, atravesando el valle de Cabuérnica rumbo a la meseta. Hoy al camino que recorrió aquel éxodo se le conoce como la Ruta de los Foramontanos.





Con los años, ya poblada Castilla y en plena producción de trigo y cría de ovejas, aquel camino fue acondicionado y equipado de ventas y casas de tiros para facilitar el trasiego de personas y mercancías. Por el desarrollo alcanzado por los pueblos, se adivina la importancia que tuvo aquel Camino Real. Sirvió, además, de eje de comunicación de la Mancomunidad Campoo-Cabuérniga que, desde 1497, sirve para que sus habitantes organicen el aprovechamiento de los recursos de la zona, hoy en su mayor parte integrantes de la Reserva Natural del Saja, tanto de pastos para el ganado como forestales.





No es raro que allá por el 1517, una gran comitiva usara esta ruta para trasladarse a Castilla desde Treceño. Carolo, hijo de Juana I de Castilla y Felipe, a la sazón nieto de los Reyes Católicos y de Maximiliano I de Austria, llegaba con diecisiete años, desde su Flandes natal, para ser coronado rey. Los detalles del aquel viaje han llegado hasta nosotros gracias a la pormenorizada crónica de un miembro del séquito, Laurent Vital, que anotó todas sus observaciones. Así conocimos cómo eran los lugares y las costumbres de la época,  supimos también de algunas situaciones vividas por el futuro rey Carlos I, desde su recibimiento y enfermedad en San Vicente a cómo se infectaron de pulgas en Los Tojos.





Hoy, aquellos caminos han quedado en desuso, como las viejas ventas que jalonaban la ruta, ruinas que sirven de hitos, o pueblos como Llendemozó del que salió su último vecino en 1950. Pero Cabuérniga es para el viajero sinónimo de paisaje, de arquitectura rural, de bosques y, sobre todo, de excelente gastronomía, especialmente en platos de caza y su en apreciado cocido montañés. Así que recorrer a pie de nuevo los viejos caminos desde Sopeña a Correpoco, por la ribera del Saja y por Terán, Selores, Renedo y Llendemozó, es redescubrir sus pueblos y su paisaje.


jueves, 24 de noviembre de 2011

Cosecha en noviembre

Ayer hice recolección de tomates en el jardín. Sí, he dicho bien, aún mis tomateras están dándome deliciosos tomates. No es la primera vez que en el mes de diciembre todavía dispongo de esta fruta de mi cosecha, pese a que ahora les cuesta lógicamente un poco más madurar. Se debe a la situación de mi media docena de plantas que al estar protegidas de la lluvia y del frío permite, además no necesitar echar productos químicos, un periodo de recolección más largo.

Caso aparte es el peral de San Juan, llamado así porque en esa festividad del mes de junio es cuando su fruto alcanza la maduración. Pero este año, con un verano disfrutado en otoño y las consiguientes altas temperaturas de octubre, semejantes a las primaverales, algunos árboles se han “despistado” y han vuelto a echar de nuevo flor. Así es cómo éste, aunque ya sin hojas, ha producido una segunda cosecha y un par de docenas de “perojos” cuelgan de sus ramas. Tiempo loco o... ¿cambio climático?


martes, 22 de noviembre de 2011

Jam Session

Últimamente por varias calles de Santander suena música. Mejor dicho, en varios locales de diferentes zonas de la ciudad suena música en directo. Sin ir más lejos, mientras escribo estas líneas, Weather Station se encuentra en plena actuación en el “Rvbicon” de la calle del Sol.
Pero además, mientras realizaba las fotos de éste “post”, por el Escenario Santander pasaban los grupos participantes del Certamen de Música Joven tocando sus mejores temas. Era jueves y si además se quería disfrutar de buen jazz era obligado acudir a las “Bodegas Mazón”, cerca de Puerto Chico. Allí no se hacía música, se interpretaba música, con maestría, como no podía ser de otra forma en un Jam Session de nivel. Interpretación elegante y refinada, la que suena cuando se sacan todos los matices a los instrumentos, cuando se acarician notas en las cuerdas, con las baquetas, en el aire, bajo las teclas,... Un regalo para los parroquianos que solo acudían inicialmente a cenar. Un deleite de cena para los que nos acercamos atraídos por la música.

Entre otros, se interpretó “Billie's Bounce” de Charlie Parker:













lunes, 21 de noviembre de 2011

Niños

Tanto nos insisten en recordarnos la crisis, en lo que nos van a “ajustar” para mejorar la economía, en repetirnos que no recortarán los servicios básicos que no atendemos otras cosas.
Además, ayer hubo jornada electoral “de gran transcendencia” en la que entre votar, estar pendientes de los sondeos, de los primeros resultados y de los resultados finales, del ambiente de las dos sedes y las declaraciones de los dos líderes no nos hemos enterado de más.
Por eso, este post solo pretende prestar un poco de atención a una conmemoración que pasó sin pena ni gloria, pese a que la situación de millones de niños de nuestro mundo es dramática. Ayer, 20 de noviembre se celebró el Día Universal del Niño.





20 de noviembre. Día Universal del Niño

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Encuentro con la tradición bereber

Del siglo pasado (3)
Fue un agradable encuentro, una grata sorpresa al volver a Imlil. Descender del Atlas y encontrar tantos bereberes venidos de los cuatro puntos cardinales del país en aquel pueblecito resultó sorprendente. En las afueras de la aldea habían formado un gran campamento y las danzas y los canticos se sucedían todo el día. Un semicírculo de mujeres con vestidos de vivos colores cantaban a coro. Enfrente, una línea de hombres con chilabas blancas danzaban en monótonos ritmos hacia delante y hacia atrás al son de las canciones. Todos acompañaban algunos estribillos con palmas. En el centro, los músicos ponían la percusión tradicional. Alrededor de todos, cientos de bereberes disfrutaban del espectáculo, escuchaban durante horas y participaban de la fiesta.
A un lado una pequeña fogata permanecía encendida y, de vez en cuando, algún músico se acercaba para afinar el tambor o el pandero con su calor. Los canticos resonaban por todo el valle, más allá de la aldea, por los alrededores yermos y las laderas de las montañas.
Un extraordinario acontecimiento que, sin duda, quedó grabado de una forma especial entre los recuerdos de este viajero, entonces joven e inexperto, y que, seguramente, influyó en el interés posterior por conocer otras gentes y otras costumbres.
       (Fotografías realizadas en septiembre de 1978)