sábado, 3 de noviembre de 2012

El glaciar de Bucer


Aunque hace miles de años que desaparecieron los glaciares de la geografía cántabra, aun se puede leer en su paisaje la posición que ocuparon. Pese a que, con el inexorable paso del tiempo, la lenta pero constante erosión y la ocupación de las actuales especies vegetales han modificado en parte el aspecto orográfico de algunas zonas,  su profunda huella grabada por la capa de hielo no ha podido ser borrada.
Valle formado por la lengua glaciar. En la zona nevada se aprecia el circo glaciar

Las curvas de nivel dibujan claramente dónde se encontraban dos de los glaciares
En la Sierra de Hijar, por el Cuesta Labra, se aprecian varios de éstos valle glaciares que lugareños y cartógrafos les dieron en llamar Cuencas. Las rocas que rodeaban el circo, la forma en U del valle que fuera lecho de la lengua glaciar y los sedimentos amontonados de su morrena dibujan claramente hoy en día por donde se extendían. Como la Cuenca de Bucer, a donde nos dirigimos para ver como se pintaba el bosque de otoño, ya que por esas cotas, más de 1500 metros sobre el nivel del mar, se adelanta la entrada de ésta estación. En efecto, el bosque, con abundancia de abedules y acebos, ya lucía los tonos amarillos, ocres, rojizos… Pero también las alturas se habían blanqueado de nieves para que, ensimismados del tal colorido, no olvidásemos la proximidad del invierno y sus fríos, aunque éstos ya se hacían patentes por la noche, a juzgar por los hielos de los arroyos.

Valle de Campoo desde el camino que asciende a Bucer




La Sierra de Hijar con el relieve originado por el glaciar de Bucer desde el bosque

La nieves recientes destacan aún más el relieve de la Cuenca


Circo glaciar. A la derecha, escalón por donde descendia la masa de hielo formándo la lengua

Desde el circo glaciar, la lengua y la morrena.
Al fondo Abiada y Villar y el Piquiliguardi (1.817 mts.)


Valle originado por la lengua glaciar, cerrado al fondo por los restos de la morrena

Todo el día nos acompañó el Arco Iris para poner más color al paisaje o para advertirnos del tiempo cambiante, otro signo inconfundible de otoño, que nos iba a regalar inicialmente una bonita luz de sol, pero posteriormente viento y un poquito de lluvia. Al fin y al cabo, climatología de montaña propia de la época y el lugar.

Fotos realizadas el 1 de noviembre de 2012

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