domingo, 26 de mayo de 2013

San Vicente del Monte


Sería la primavera o, tal vez, el verano de 1960, en San Vicente del Monte. Mi madre, conmigo en brazos envuelto en la toquilla, cuidaba del ganado mientras pastaba en El Sel, cerca de Los Corrales. De pronto, una vaca se marchó hacia el prado del vecino. Mi madre me posó sobre la hierba en sitio seguro y se apresuró a volver al animal a su pasto. Conseguido su fin, al volverse para regresar hacia mí, ¡sorpresa!, el corazón le dio un vuelco al contemplar cómo el toro de la manada me hacía rodar por el suelo como una pelota empujándome con el morro movido por la curiosidad que le producía aquel extraño bulto.

                                  Con mi hermana, mi madre, mi abuela, mi tío... en El Sel.
             Al fondo, San Vicente del Monte. Destaca el edificio de la escuela, hoy Albergue.



                            Jóvenes con los curas en la plaza, delante de la iglesia. Mayo de 1961




                                            Fotografía fechada el 22 de enero de 1962




Lógicamente, esta anécdota yo no la recuerdo, me lo han contado. Lo que si recuerdo es la casa de Los Corrales y mis contadas y breves estancias allí con mis abuelos. La amenaza siempre presente del lobo entre los propietarios de ovejas, el temor a los rayos (con tragedias tan próximas), el sabor del pan recién hecho en casa, las morcillas y los chorizos oreándose en la cocina de leña. Aun recuerdo también  los baños en el río, el viaje en el tren de carbón hasta Treceño y luego en la furgoneta de Lino, las ruinas del Casetón donde por nuestra seguridad estaba prohibido entrar pero cuyos misteriosos rincones provocaban las más fantásticas historias en nuestra imaginación, llevar con el burro la leche al puesto de Laura que la recogía para la desaparecida SAM… En fin, la forma de vida en las zonas rurales de los años 60 vista –y vivida con entusiasmo- con los ojos de un niño.

El edificio en ruinas, El Casetón, de Los Corrales, hoy reconstruido en una casa


                                Hoy en día: Los Corrales desde San Vicente del Monte                                                              Al fondo, Birruezas



                                                                     Birruezas



                                San Vicente del Monte desde el camino a Santibañez



Con el regreso de mis abuelos a la ciudad, a mediados de aquella década, se acabaron aquel tipo de vivencias infantiles y  fui acumulando otro tipo de experiencias por otros lugares a los que me ha llevando la vida, alejándome de aquel niño que fui, y sumando años, sobretodo años.  Así que, durante mucho tiempo, no volví por allí y creía que los recuerdos se habían olvidado.

Pero, caprichos del destino, de nuevo vuelvo a ser asiduo de San Vicente, aunque no sea en Los Corrales, sin olor a pan ni a leña y sin temor a lobos y rayos. Cada año, al menos una vez, vuelvo a disfrutar de los rincones, del paisaje y la tranquilidad de este pueblo, a recorrer sus barrios y los caminos que llevan a la Sierra del Escudo donde se asientan la historia y las gentes que, como en su día hicieron mis abuelos,  han forjado aquí sus vidas a lo largo del tiempo a base de esfuerzo y apego a la tierra. Vuelvo a vivir otras experiencias por Birruezas, Los Selones, El Rutizo, La Casuca, La Cambera de los Moros… Y aquellas vivencias  infantiles que parecían olvidadas, vuelven a manifestarse de nuevo claramente, eso sí, en blanco y negro y con las marcas del paso del tiempo.


















                   San Vicente, destacando el edificio del albergue, desde la Cambera de los Moros





jueves, 16 de mayo de 2013

Quinceañeros



El otro día le pedí a Toño que me hiciera una foto en la cumbre de La Enguinza. Tenía otra hecha en el mismo lugar hace 40 años. De regreso a casa, busqué la foto y apareció todo un pequeño reportaje de aquella ascensión, cuando éramos aún unos quinceañeros ansiosos de aventuras y escasos de pereza. Pese a lo jóvenes que eramos aquel 1976, ya habiamos pisado varias cumbres de los Picos de Europa. La zona de Liérganes-Riomiera era nuestra zona mas frecuentada, por eso no era la primera vez que subiamos esa montaña, incluso ya habíamos efectuado una ascensión  nocturna.

                                La Enguinza, 28 de enero de 1976




La Enguinza, 4 de mayo de 2013 
(Foto: Toño Moreno)
 


En realidad, aquellas fotos eran de hace 37 años y las anotaciones decían:
27 y 28 de enero de 1976
Con Pepe y Quique
Salimos a las 19 horas de Santander, ya de noche, en el autobús de San Roque de Riomiera. A las 20 y 20 de Mirones y llegamos a “La Cabaña” aproximadamente dos horas más tarde. Dormimos allí. El día 28 estuvimos mirando algunas simas y subimos a la Enguinza (961 m), que tenía mucha nieve debido al temporal de los días anteriores. Volvimos por Mirones a Liérganes andando.

       La Cabaña y primera parte herbosa de la ascensión.                                                                              Foto: Toño Moreno 2013




"La Cabaña" 


  Enero de 1976




                     Foto: Toño Moreno, 2013




Comienzo de la ascensión                                                           
Foto: Toño Moreno 2013

Comienzo de la ascensión                                                                                                                         Enero de 1976





Al fondo, Santander, Peña Cabarga y Liérganes                                                                                       Foto: Toño Moreno, 2013



Al fondo, Santander, Peña Cabarga y Liérganes.                                                                                      Enero de 1976




Última parte de la ascensión .                                   
 Foto: Toño Moreno, 2013




Última parte de la ascensión.                                                                                                                     Enero de 1976



En primer término, estribaciones de Peña Herrera. Al fondo, el Porracolina.                                        Foto: Toño Moreno, 2013




En primer término, estribaciones de Peña Herrera. Al fondo, el Porracolina.
                    Enero de 1976






                                                             Foto: Toño Moreno 2013

                                                               Enero de 1976

domingo, 12 de mayo de 2013

La Enguinza



El curso medio del río Miera, después de haber abandonado el valle de origen glaciar entre La Concha y Lunada, se adentra en un estrecho valle de gran belleza rodeando el macizo de Las Enguinzas, hasta abrirse a partir de Rubalcaba, y originando una zona de gran interés geológico, botánico y paisajístico. Además, la presencia humana desde la prehistoria, su adaptación al medio y el aprovechamiento del entorno, ha dejado con los siglos un legado artístico, cultural y etnográfico que marca su peculiaridad y la convierte en un lugar de gran interés para descubrir.


                                                  La Enguinza (964 metros) desde Noja
 


Calzada de las Peñas, desde Mirones a Castrejón y a la Fresquera de Fiñumiga









Calzada de las Peñas, construida por La Real Fábrica de Cañones
 










La instalación de los altos hornos de la Real Fábrica de Cañones de La Cavada, demandó gran cantidad de madera, especialmente de encina, para la elaboración de carbón vegetal con el que fundir el hierro. Durante los dos siglos de funcionamiento y el alto ritmo de fundición, además de la explotación del mineral a cielo abierto, requirió  una basta labor de tala en gran parte de Cantabria y comarcas burgalesas, especialmente próximas a la cuenca del Miera (por cuyas aguas eran bajados los troncos), además de la construcción de infraestructuras (caminos y resbaladeros). Como consecuencia de la deforestación, el paisaje de gran parte de la región cambió radicalmente favoreciendo, con la eliminación de arbustos y creación de pastizales, la expansión de la ganadería, principalmente la de montaña, a la que especialmente los Pasiegos supieron adaptarse desarrollando métodos y técnicas peculiares, la mayoría de las cuales siguen vigentes.







         Detalle de los restos de la Calzada de las Peñas, construida entre 1600 y finales de 1700 




         Mujer con el cuévano tradicional, de gran utilidad en la agricultura y ganaderia de ladera


                              La ganaderia de montaña tuvo que prescindir del uso de carros


La deforestación propició también con el tiempo una fuerte erosión del terreno que ha dado lugar a un paisaje característico. Las lluvias fueron arrastrando la capa de tierra ladera abajo de las montañas provocando en las zonas altas el afloramiento de la roca caliza y dejando a la vista las formaciones cársticas tan abundantes. Peña Pelada (nombre significativo), Peña Herrera y La Enguinza son tres de las cimas más representativas de esta espectacular zona.


                                                           Al fondo, el Porracolina


                         Desde la ascensión a la Enguinza, la silueta de El Castrejón (763 m),
                                    en primer término, oculta  la cara sur de Peña Pelada.
                                 Al fondo, Liérganes y la Peña El Castillo junto a Solares


                        Entre la calima se adivina Santander, la isla de Mouro y la costa se Somo.



                    La cumbre y los pastos y cabañas de Noja y, al fondo, el  valle del Pisuerga


                                                  En primer término, Peña Herrera.
                                                  Al fondo, de izquierda a derecha:
              Picón del Fraile, Pico La Miel (entre ambos el Puerto de Lunada) y Castro Valnera


                                                          Cabañas y dolinas de Noja







                                       Fotografias realizadas el 4 de mayo de 2013