lunes, 14 de abril de 2014

Camino a Liébana

 
La importancia de los viejos caminos se aprecia aún hoy en día por el encachado con el que fueron construidos y de los que se conservan algunos lienzos  donde el itinerario no coincide con las actuales carreteras. El número de ventas repartidas en su trayecto, de las que apenas se conservan en algunos casos más que el nombre del lugar o unas piedras de sus muros, son también, además de indicadores de su trazado, importantes muestras del numeroso trasiego de mercancías por pendientes y brañas, de aldea a aldea, de valle a valle.
 
 
Recorriendo las viejas rutas de carreteros, es fácil imaginar las largas jornadas de los tiros de caballería o las parejas de bueyes escalando la orografía cántabra en continuo esfuerzo y descendiendo la ladera opuesta reteniendo las carretas con la galga apretada a las ruedas para evitar que les pasara por encima carro y mercancías. Y delante, ahijada en mano, el carretero alentando al tiro o la yunta  y pendiente de que no se saliera del eje una rueda o se rajara la madera con las que estaban hechas, las antiguas macizas y más pesadas, pero más robustas, y las modernas de radios y  más ligeras. Con el tiempo,  las fortalecieron y las hicieron más duraderas  añadiendo un aro de hierro en el borde de rodadura. En sacos y barriles viajaban las mercancías, y algunos odres y fardos, bien amarrados con sogas de cáñamo no fuera que con el traqueteo se perdieran por el camino. Siempre deseando llegar sin contratiempos a la siguiente venta donde a los animales  les esperaba agua y comida y al boyero reposo, jarra de vino y plato caliente.
Uno de esos caminos unía por los montes de Lamasón el valle del Nansa y Liébana. Aún está el encachado  libre de asfalto arriba de La Fuente, y desde Carracedo al collado de Pasaneo, asciende laderas por la Venta de los Lobos y Traslaventa para después bajar a San Pedro de Bedoya. Aunque no cayó en desuso hasta la segunda mitad del siglo XIX, el paso entre ambas comarcas por esta ruta supera los mil metros de altitud, lo que le convierte a menudo en territorio de abundantes nieblas y de ventiscas invernales. Su recorrido nos permite hoy imaginar aquellos desplazamientos, sus esfuerzos y penurias, lo lento que nos resultan hoy los viajes de antaño y descubrir los impresionantes y agrestes parajes por donde discurrían.
 
                                                 La fuente que da nombre al pueblo

 

La Fuente, en Lamasón
 
 
 
 



                                            Camino a Carracedo en la ruta a Liébana



                                              Invernales y brañas de Carracedo







 Camino hacia Traslaventa

                            Llegando a la braña de la Venta de los Lobos, territorio de nieblas

 Venta de los Lobos


Valle de Peñarrubia


 La Sierra de las Cuerres, entre las nubes, desde el collado de Carracedo


 Retorno a La Fuente. A la derecha, la actual carretera que une Puente Nansa con La Hermida


                                           La Fuente y Los Pumares desde Burió






Fotografías realizadas el 12 de abril de 2014
 

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