martes, 1 de julio de 2014

La Leyenda de la Hilandera

 
Fue a los viejos pescadores de Deba, cuando paseaba por el puerto, a los que oí hablar por primera vez de la leyenda. Quedé intrigado. Luego, Antxon, un joven  que encontré sentado en la costa contemplando la caída del sol, me contó todos los detalles. De cómo las bellas Andrea Madalen, viuda de la histórica casa-torre de Zubelzu, y su hija Katalintxu, salvaron del linchamiento en el arenal de Deba a un naufrago francés. El joven resultó ser Gastón de Chatelnauday, hijo del Vizconde d’Aprefort, fallecido dos años antes y acérrimo enemigo de  los marinos vascos.
Me contó Antxon que Gastón y Katalintxu se enamoraron. Así que cuando el joven francés tuvo que regresar tras recibir un mensaje de su madre exigiéndole su vuelta o le repudiaría como hijo y se le consideraría traidor a la patria, la pena invadió a la pareja y prometiron reunirse, incluso, mas allá de la muerte. Con la ausencia, pronto la débil Katalintxu enfermó  y su madre decidió partir con ella a Francia para reunirla con su amante. Unos días antes de emprender viaje,  fondeó en la bahía una nave inglesa. El contramaestre comunicó a las damas la trágica noticia de la muerte en batalla de Gastón, y entregó a Katalintxu un crucifijo manchado de sangre. La joven sufrió una recaída y falleció. Su madre, enloqueció de dolor y dedicó su vida a los pobres, los enfermos y, sobretodo, a la oración ante la tumba de su hija mientras hilaba con la rueca.
En la iglesia parroquial de Deba, asegura Antxon, permaneció muchos años la rueca y, tras la lápida con los escudos de armas de Zubelzu, descansan desde hace siglos Andrea Madalen y su hija Katalintxu, quien cumplió con celeridad la promesa hecha a su amor Gastón de reunirse con él, incluso, mas allá de la muerte.
 











                                                    
                                              Fotografías realizadas en junio de 2014
                                              (Costa Vasca 3)

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