Huelen a café, a pan recién hecho, a fresa, a melocotón, a
naranja…
Los mercados huelen a menú de cada día, a lo que comerán hoy
la gente del lugar. Huelen mucho a fruta o tienen un intenso olor a pescado. A
viejo lugar de encuentro con dependientes “de toda la vida” como el de Bolhao en Oporto o a nuevo con vendedores
“menos veteranos” como el de Manuel Firmino en Aveiro, a anguilas destripadas vivas
en la Plaza del Pescado o a pequeñas obras de arte hechas a mano en el
mercadillo artesano.
Al fin y al cabo, los mercados huelen al corazón de la
ciudad que late a diario, son el termómetro de la vida cotidiana lejos de la
estampa turística. Por eso, siento imprescindible visitarlos en cada lugar
diferente al que llego e, incluso, volver de nuevo cuando repito visita.
Cale (3)
Fotografías realizadas en septiembre de 2015
Muito saboroso!
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